Un poco de memoria, un poco de dolor
![]() | UN POCO DE MEMORIA, UN POCO DE DOLOR |
En un lugar de Madrid, donde los muros crecían como cipreses y los muertos se apiñaban como si tuviesen frío, se construyó la Cárcel de Carabanchel, para sustituir a la Modelo, destruida durante la Guerra Civil Española. Ambas se convirtieron en símbolos, la una del dolor, la otra del sufrimiento; la una del odio, la otra de la venganza; la una de motines, la otra también; la una de muerte, la otra también. Triste paradoja que sea la muerte la que une o separa hermanos. De la Modelo partían las famosas sacas, a punto de convertirse en ánimas en pena, camino de Paracuellos de Jarama y Torrejón de Ardoz. Autobuses normalmente urbanos y a veces de dos pisos los transportaban hasta su último destino.
A Carabanchel Bajo, desde el siglo XIII, van los muertos a reposar, junto a la antigua ermita, donde se dice que San Isidro Labrador acudía a rezar. Frente a este cementerio, se levantaron muros y alambradas como consecuencia de la guerra. Los verdugos se convirtieron en reos, condenados a trabajos forzosos; con sudor y rabia, ladrillo a ladrillo, lágrima a lágrima, iban conformando su propia cárcel, su propio purgatorio, donde otro autobús o camioneta los trasladaría a Hoyo de Manzanares para correr igual suerte que sus víctimas.
¡Ay sociedad de seres uniformados!, donde sobran los que piensan diferente, donde la libertad se va limitando paulatinamente, donde el poder es el único objetivo, donde el dinero lo cura todo, donde los diferentes son marginados, donde los derechos son conculcados y los deberes exterminados.
¡Quiero un analgésico que me quite el dolor y la memoria!.
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