Federico García Lorca
por Rafael Ángel Fernández
Setenta años van, con sus meses a cuestas y a remolque sus semanas, sin contar días y horas.
puesto que los relojes blandos o la persistencia de la memoria estaban potencialmente allí, cual símbolo dimensional de la relatividad, en el momento de su muerte, aunque no murió, no, que lo mataron de noche cuando la luna estaba ausente. Dicen que para ocultar el rostro inhumano de sus verdugos, pero Lorca los vio, porque era un hombre de la izquierda a la derecha y un poeta de la cabeza a los pies. Hizo su última representación, sin residentes, sin amigos, sin amantes, en la más estricta soledad, como lo hacen los dioses. Y desde entonces, sangran las fuentes en verano, los alacranes devoran sus poemas, sus cantos son carroña de buitres y sus amores…¡ay sus amores!, los grandes olvidados... ¡Olé!.

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