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24 junio 2006

Andés, una costa en el Olimpo... Carmen, una sirena en la costa

por Rafael Ángel Fernández

Andés mira al norte. En el horizonte, cielo y mar se abrazan entre azules, violetas y rojos crepusculares. La costa del Olimpo se torna negra, afilada. Poseidón, irascible, arroja caballos blancos contra las rocas.
"Pena Furada", puerta principal, custodiada por Hércules, nos adentra por el oeste en la Playa del Moro, en sus entrañas está grabado a fuego "hic sunt sirenae", una de ellas, Carmen, quiso ver la luz en estos lares un martes y trece para desafiar a los hados. Los orígenes de su nombre se remontan a la mitología romana, "la bona dea" Carmenta, ninfa de fuentes, conocedora del pasado y del futuro, artífice de certeros vaticinios a neonatos. Desde el mirador, atalaya celestial de esta cala, Eros dispara sus flechas. Sus víctimas se refugian en la enorme cueva, sita a los pies del mismo, para rendirse al amor. Las arenas semigruesas son testigos del cortejo.
Cuando el sol se pone, brinda su último rayo a las ruinas geológicas, donde Efesto, hijo de Zeus y Hera, fue despeñado por su padre debido al indigno y grotesco aspecto como deidad. Cada noche estival, las profundidades pétreas siembran el terror entre los pescadores con nítidos acordes de ecos y bastones. Es el dios de los herreros, profesión arraigada de la Villalonga a Téifaros, de las Cortías a la Colorada. Se representa por una codorniz, cuyo baile sobre una pata evoca su cojera. Se la ve retozar con frecuencia bajo los helechos aledaños a Campel.
Superada la tragedia, las Olgas restituyen la calma. Carreiros cristalinos, fruits de mer: llámparas, bígaros, farrios, aromas marinos, ninfas, sueños, recuerdos... conforman la infancia de Carmen. Tras pasar el umbral del Gargalón inicia su adolescencia en las legendarias Barrosas. Rocas fosilizadas entrelazadas por medio de canales a la bajamar, muestran en todo su explendor la más variada flora y fauna marina. Las abluciones de la sirena tienen lugar en el Pozón, mientras que sus bellos cantos los entona en el Pozo de fora. La muralla convertida en cantera sustenta verdes pinares con encajes amarillos de toxos, hasta convertirse en pradera de manjares, alimento de vacas, símbolo de Heres, cuyo trono de marfil, situado en el campín de las Cascareiras, es epicentro de fuerzas telúricas y altar para la inmolación, en su día, de una vaca de Cal Meirolo.
La Bragada, ombligo del Olimpo, supura el hedor de las entrañas de Gea. Un puente rústico provoca la tragedia de Ignacio de Cal Montero. Abatido el pegaso arrastra consigo su noble cuerpo precipitándolo al vacío. El túnel... su tumba, los riscos... su lecho, su muerte... el drama de un dios menor.
En un principio, las sirenas con cabeza y rostro de mujer, cuerpo de ave y seductora voz, desafiaron a las musas, siendo vencidas y desplumadas por éstas. Avergonzadas por su aspecto se refugiaron en los mares para mutar sus alas por cola de pez. Con sus largos cabellos rubios dejaron impregnadas las rocas, metamorfoseadas posteriormente en oro y de ahí la nomenclatura de Las rubias, playa de inusitada belleza natural, y auditorio sinfónico de sirenas al alba.
El tridente de Poseidón es símbolo de su poder marinero, arma letal de barcos y ballenas, cuyos vestigios se pueden ver en Cuedo, puerto del Olimpo y lugar preferido por los andesinos en época estival.
Tal vez la playa más bonita sea Fabal, donde los semidioses descansan sin ser molestados. Para protegerla del mundanal ruido, la orientaron al norte, convirtiéndola en sombría, anegándola totalmente en pleamar y dificultando el acceso. Carmen ha madurado en sus paseos hasta el Cereizo, puerta naciente que cierra el periplo olímpico.

La sirena durmiente
Rafael Ángel Fernández

9 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Creo que no hay forma mas bonita de definir lo que para muchas personas significa este pequeño lugar,para mi,mi libertad,mis alegrias y mis mejores recuerdos...

24/6/06 22:15  
Anonymous Anónimo said...

Como todo lo que cuenta en la vida, un bonito viaje es una obra de arte. En este caso es la obra de arte que nos hace viajar. Del ombligo del Olimpo hasta .. esa parroquia Andés. Gracias por este relato.

1/7/06 22:46  
Anonymous Anónimo said...

Sucia de arena y de sal, miro el monte de Andés y espío las bicicletas que bajan a la playa. No me preocupa nada y me siento feliz. No me interesa ni el pasado ni el futuro. Vivo con intensidad cada día, descanso del año de estudios agotándome de diversión, de travesuras y de caprichos fáciles. Huelo a mar, a verdes prados, a frutas maduras, a leche fresca. Dorada por el nordés, corro entre el maíz y sobre todo sonrío. Cada uno tiene una versión de su primera juventud, y la mía sabe a pequeñas manzanas de huerto, a potaje de rabizas con morcillas de la abuela, a bígaros y a libertad. Aún disfruto en sueños de las poceiras de las Barrosas, o de la formidable vista del monolito donde el infinito azul deja de ser mar, para convertirse en espacio de paz.

3/7/06 08:22  
Anonymous Anónimo said...

J'y suis passée tant de fois, je pensais connaître, je me rends compte que j'ai vu mais jamais REGARDÉ ! Merci de me faire (re)découvrir un lieu si proche, si familier et pourtant si mal connu.

14/7/06 08:18  
Anonymous Anónimo said...

El comentario dejado por Carmen (de Luarca, pero también ciudadana bruselense) se puede traducir como sigue:

“He pasado tantas veces, creyendo conocerlo… pero finalmente me he dado cuenta de que ¡nunca lo he contemplado! Gracias por hacerme (re)descubrir un lugar tan cercano, tan familiar, y, sin embargo, tan poco conocido.”

17/7/06 10:00  
Anonymous Anónimo said...

Sólo existe una palabra para describir al Andés de mis amores: "Incomparable". Deberías hacer una mención al "Home de Coedo" y a su infinita mirada al mundo, vigilante y protector del pueblo de Andés.

2/11/07 18:07  
Blogger Unknown said...

Nunca me cansaré de leer estas palabras

14/11/07 01:16  
Blogger Unknown said...

Nunca me cansaré de leer estas palabras

14/11/07 01:17  
Blogger Pepa said...

Me gusta mucho toda la historia, y la siento un poco mía, pero me quedo con el ruido de las piedras al bajar en Las Barrosas, ese traqueteo que se grabó en mi cabeza desde que aprendía a caminar ("decía mamá que corría por las pedras y por los penedos y nun sabía andar") que me anunciaba (después de un largo tiempo sin oírlo) que de nuevo llegaba el verano. Me quedo también con las maravillas de Las Cascareiras, mi tesoro marino, mi lugar de reflexión, de descanso, de paz, de ir a pescar con Papá. Si puediera me quedaría con todos los recovecos de la costa de Andés, y como no puedo, los llevo en mi pensamiento y los disfruto en persona cuando el tiempo me lo permite.

17/5/10 20:09  

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