Un granja asturiana de vacas
por Rafael Ángel Fernández
La granja de vacas de Cal Meirolo en Andés-Asturias es un ejemplo de la aplicación de nuevas tecnologías a las explotaciones agroalimentarias, aunque no incluye la robotización, es decir, la sustitución total del hombre en la sala de ordeño. Dos ganaderos, exclusivamente, gestionan y se ocupan de la misma.

Se trata de un sistema de producción intensivo, denominado de estabulación libre con cubículos. Unas cien reses se mueven libremente dentro del recinto que dispone de pastos y departamentos colectivos: zona de ordeño, alimentación y descanso. Ésta última se estructura en filas de cubículos laterales y pasillo central de provisión, a través del cual se efectúa un único suministro diario, a razón de 40 kg de materia seca por cabeza/día. La proporción de pienso, hierba seca, silo, etc., se pasa por el triturador para una correcta mezcla, siguiendo las recomendaciones veterinarias. El agua es una parte fundamental de la dieta y su ingesta puede llegar a los 180 litros diarios en función de la producción (necesita casi un litro de agua para producir un litro de leche) y alimentación del animal. Para que las vacas coman más y produzcan más es
necesario el factor confort o bienestar, por lo que las camas están hechas con cubiertas de ruedas de camión y mullido orgánico a base de cáscara de arroz en unos casos y paja en otros, para facilitar la adherencia al suelo y el balanceo que las vacas necesitan hacer para levantarse sin problemas. La ventilación es natural. En nave anexa se encuentra el centro de ordeño compuesto por una sala de ordeño, dividida en dos zonas: la sala de espera, con una puerta de entrada, y dos pasillos laterales que permiten el acceso a los cubículos, donde los animales son inmovilizados por el sistema mientras se realiza el ordeño, con una puerta de salida. Las plazas están separadas por un foso, desde el cual el ordeñador realiza el lavado de las ubres, desinfección de los pezones y colocación de las pezoneras. Todo el proceso es controlado de forma automática y programado desde este lugar. Cuando la extracción de leche es
inferior a 20 cc/min, las pezoneras se desconectan automáticamente para no dañar a la vaca, sometida a una superexplotación láctea, cuya media de 33 litros día/vaca supone unos 50.000 litros durante la vida del animal. La leche circula, hasta un tanque de refrigeración situado en otra sala, de forma totalmente aséptica y desde aquí es transportada en camiones cisterna hacia su destino final (normalmente industrias lácteas). Finalizado el ordeño, se realiza una nueva limpieza de la ubre con un producto antiséptico que debe cubrir, como mínimo, el tercio inferior del pezón, para destruir los microorganismos, prevenir y eliminar las posibles infecciones.


El rendimiento de producción láctea de una vaca o rebaño depende principalmente
del factor genético, en constante evolución y de ahí la exclusiva utilización de la inseminación artificial; del alimentario y del sanitario, ambos bajo dirección y control veterinario.

El Real Decreto 1679/1994, sobre la obtención higiénica de la leche, ha supuesto la exigencia de una producción de leche de calidad como un objetivo prioritario en éste tipo de explotaciones y el mantenimiento de unas buenas condiciones de alojamiento, normas de higiene y de salud de las vacas y una serie de condiciones higiénicas satisfactorias para el ordeño, la manipulación, el enfriamiento y el almacenamiento de la leche.
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