Vendimia en Arganda
por Rafael Ángel Fernández
La industria vinícola de Madrid se remonta al siglo XIII, siendo verosímil su existencia con anterioridad, aunque no exista documentación que lo acredite fehacientemente. En 1984 el Consejo Regulador consigue el reconocimiento de la Denominación Específica Vinos de Madrid, la aprueba el Ministerio de Agricultura en 1986, es oficialmente reconocida en 1990, y se comienzan a comercializar los primeros vinos de crianza en
1992.
El patrimonio vitícola madrileño se compone de las variedades tradicionales: Tempranillo, Albillo, Garnacha, Malvar, etc., y las recién adaptadas: Cabernet Sauvingnon, Merlot, Viura, etc., repartidas en las tres subzonas de producción: Arganda, Navalcarnero y San Martín.

El patrimonio vitícola madrileño se compone de las variedades tradicionales: Tempranillo, Albillo, Garnacha, Malvar, etc., y las recién adaptadas: Cabernet Sauvingnon, Merlot, Viura, etc., repartidas en las tres subzonas de producción: Arganda, Navalcarnero y San Martín.
Los caldos tintos se obtienen a partir de la uva Cabernet, Garnacha, Merlot, Syrah y Tempranillo. La variedad Airén, Albillo, Malvar, Moscatel de grano menudo, Parellada, Torrontés, Viura o Macabeo, producen los vinos blancos.
Arganda es una subzona de clima continental, temperaturas extremas, tanto invernales como estivales, en torno a los 14 grados de media anual, escasas lluvias concentradas casi exclusivamente en primavera y otoño, y unos 120 días de sol al año.
La Sociedad Cooperativa Madrileña Vinícola de Arganda produce actualmente en torno a los dos millones de litros anuales, tiene unos 240 socios, modernas instalaciones con una nave que alberga 320 barricas de roble americano y un vino de gran calidad que se comercializa bajo la denominación de “Pago Vilches” (Joven) tinto, rosado y blanco y “Viña Rendero” (Crianza) tinto, con una permanencia de 9 meses en barrica y 13 en botella.
Dicha cooperativa es la que marca las pautas de la vendimia en esta localidad cuando septiembre está a punto de desaparecer. A primera hora del alba familiares, amigos y jornaleros comentan sus apreciaciones sobre el terreno, mientras el dueño nervioso va
dando las instrucciones pertinentes.
Viñas alineadas en perfecta parada esperan pacientes ser despojadas de sus joyas policromadas y relucientes. Un tractor va repartiendo cestos y canastos entre los asistentes ya dispuestos en la parrilla de salida. Con gran solemnidad empiezan las reverencias ante la primera cepa a la vez que diestras manos acarician las garnachas para ser depositadas en su sitio. El remolque va alcanzando lentamente su plenitud, hasta ser trasladado a la cooperativa donde mediante modernos métodos informáticos se pesan y realizan los pertinentes análisis de azúcar, alcohol, etc., imprescindibles para valorar el tesoro. En sendas tolvas se vierten las uvas blancas o tintas para ser prensadas, iniciándose así el proceso de fermentación y crianza del caldo.
Durante este tiempo los vendimiadores hacen un receso para el avituallamiento y reposición de fuerzas. Viandas porcinas y vino o cerveza son las delicias del grupo que comenta las anécdotas de la jornada comparándolas con las del año anterior y repitiendo el dicho popular que se solía decir al visitante “Si vino a Arganda y no bebió vino, entonces, ¿a que vino?”.
La duración de la faena suele ser de dos días, uno se emplea para la recogida de la uva negra y otro para la verde.
Terminada la vendimia, comienza un nuevo año de cuidados para las vides: poda, reposición de cepas, arado, tratamientos fitosanitarios, cerramientos para evitar ataques de roedores, etc.
Arganda es una subzona de clima continental, temperaturas extremas, tanto invernales como estivales, en torno a los 14 grados de media anual, escasas lluvias concentradas casi exclusivamente en primavera y otoño, y unos 120 días de sol al año.

Dicha cooperativa es la que marca las pautas de la vendimia en esta localidad cuando septiembre está a punto de desaparecer. A primera hora del alba familiares, amigos y jornaleros comentan sus apreciaciones sobre el terreno, mientras el dueño nervioso va

Viñas alineadas en perfecta parada esperan pacientes ser despojadas de sus joyas policromadas y relucientes. Un tractor va repartiendo cestos y canastos entre los asistentes ya dispuestos en la parrilla de salida. Con gran solemnidad empiezan las reverencias ante la primera cepa a la vez que diestras manos acarician las garnachas para ser depositadas en su sitio. El remolque va alcanzando lentamente su plenitud, hasta ser trasladado a la cooperativa donde mediante modernos métodos informáticos se pesan y realizan los pertinentes análisis de azúcar, alcohol, etc., imprescindibles para valorar el tesoro. En sendas tolvas se vierten las uvas blancas o tintas para ser prensadas, iniciándose así el proceso de fermentación y crianza del caldo.

La duración de la faena suele ser de dos días, uno se emplea para la recogida de la uva negra y otro para la verde.
Terminada la vendimia, comienza un nuevo año de cuidados para las vides: poda, reposición de cepas, arado, tratamientos fitosanitarios, cerramientos para evitar ataques de roedores, etc.
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